La sociedad reconoce como parte de su patrimonio inmaterial y un valor a exhibir la identidad de sus pueblos originarios; sin embargo, existen diversas manifestaciones culturales profundamente enraizadas y propias de la cultura de nuestra región que hoy carecen de un espacio en la ciudad donde mostrarse para ser valoradas y transformarse, verdaderamente, en un atractivo digno de preservar.
Más aún, en reiteradas oportunidades, dichas expresiones han sido expulsadas del centro por la autoridad o por verdaderas mafias de ambulantes que se han tomado el espacio público del centro de nuestra ciudad. Es el caso de las pequeñas hortaliceras y las familias de cochayuyeros, cuyos oficios representan un patrimonio vivo de nuestra cultura y su subsistencia requiere necesariamente de un espacio que las valore y acoja.